Por: Daniela Sagastegui
Contrario a la creencia
popular, Afrodita no era la diosa del amor. No obstante ella se encontraba
constantemente acompañada de un pequeño niño alado, quien se dice era muy
travieso. Este niño se llamaba Eros. Algunos mitos aseguran que nació de Chaos,
mientras otros afirman que era el hijo de la propia Afrodita y Ares.
Independientemente de su origen este dios a quien también llamamos Cupido es el
dios del amor y el deseo.
La tradición de Eros se ha
permeado tanto en la cultura que aún hoy nuestra concepción del amor se basa
casi completamente en él. Inclusive, el amor romántico se denomina amor eros.
Así cuestiones como que el amor duele, es exclusivo, omnipotente y algo sobre
lo cual no tenemos control derivan de este pequeñuelo y su arco.
Este arquetipo ha sido
incorporado a muchos elementos de la cultura popular, televisión, cine,
literatura y muchos otros tipos de arte a nuestro alcance. Como consecuencia
tiene una gran influencia sobre la manera en que concebimos el amor y por ende
en la forma en que amamos.
Pensamos comúnmente que el
amor sólo existe de una manera entregada, apasionada y total; por lo cual
deberíamos de esperar lo mismo a cambio, idealizamos a una persona y le
exigimos nos ame tal como nosotros le amamos. Esta creencia no sólo es
peligrosa, sino que puede ser bastante dañina y violenta para los involucrados.
Por ejemplo, los celos. Se
suele pensar que si la novia o el novio te cela quiere decir que te ama, un
amor tan profundo que te quiere exclusivamente para sí. ¿Pero qué significa
realmente celar a alguien? Celar significa que eres de su propiedad, que le
perteneces y que independientemente de lo mucho que diga amarte la confianza
que te tiene no es tanta como crees. Eso es violencia.
Violencia es desde un mensaje
cada cinco minutos, preocupado porque estés con otra persona hasta insultarte
sobre tu forma de ser, actuar o vestirte. Violencia es limitarte, en tus
relaciones, actividades y personalidad. Violencia es convertirte en un objeto,
hacerte una posesión y dejar atrás lo que verdaderamente eres, un ser humano,
un individuo con su propia forma de pensar, sentir, amar.
La violencia no es un juego,
tampoco es algo que sólo pasa en relaciones acabadas de parejas infelices. La
violencia, tristemente, es algo tan cotidiano y enraizado en nuestra sociedad
que parece natural. “El amor duele” dicen algunas personas, lo reitera la
cultura popular con canciones, publicidad, cine, etc.
El amor no duele, el amor no
pega, no cela, no maltrata. El amor no es violencia.
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