¡Este es mi
país!
Daniela Sagastegui
El
Dr. Rubén Aguilar Valenzuela pone a debate la siguiente disyuntiva: ¿Qué
significa ser ciudadano? Aparentemente es una pregunta sencilla con una
respuesta igual de simple: cualquier individuo que haya nacido en territorio
mexicano es considerado, por ese hecho, un ciudadano del país. Sin embargo,
¿puede, en efecto, reducirse a tal un concepto tan amplio?
El propio Aguilar explica la cuestión de la
ciudadanía como un término mucho más complejo; el ciudadano se gana esa
denominación diariamente, con su participación. La participación ciudadana: esa
responsabilidad tan temida, tan delegada a otros y tan ignorada. Para este
periodista, el Estado no existe sin ese pilar; ¿cómo puede entonces existir
para nosotros?
Para muchos la participación ciudadana recae en
la elección de cada tres años; en ser un “buen vecino”; o en emitir algún
juicio político, ya sea en persona, ya sea por las nuevas plataformas que
internet nos ha brindado. Pero participar es mucho más que eso, es hacer
nuestra la ciudad día con día, apoyar una causa, adueñarse de ella. Se trata
pues, de realizar ese cambio del que tanto se habla, ser ese pequeño granito de
arena tan significativo.
Es común creer lejano el mundo de las
asociaciones civiles por verlas, exclusivamente, como algo político. Si bien se
hace política cada que uno se sumerge en los aconteceres del país, no es todo
lo que involucran estas sociedades. En realidad, las hay para todos los gustos:
ambientales, sociales, culturales, un sinfín de posibilidades que nos permite
hacer de uno el país.
Precisamente, ver ajena la participación
propia, equivale a ver al país como algo extraño, que no nos pertenece. Lo
distante suele crear indiferencia. Lo propio por otro lado… ¡¿Quién quiere ver
destruida la casa propia, saber corrompidas las reglas de la familia, ver al
propio hijo muerto?! Cuando se involucra, no sólo se vuelve válida su
ciudadanía y mejora el país; uno grita ¡Yo estoy aquí! ¡Es mi país!
Carlos Monsiváis explica en su libro: No sin nosotros, cómo surgen las
asociaciones civiles y cobran vida a partir del Terremoto de 1985. Detalla la
lucha de las minorías en este acontecer y explica su demanda unísona “¡No sin
nosotros!”. Pero eso grito ha quedado en el pasado, el pueblo renuncia a él,
como se renuncia a una patria olvidada. Ahora parece más un murmuro diciendo:
¿a quién esperan?
El terremoto sacudió a la ciudad, sacudió las
necesidades y sobre todo, despertó a los ciudadanos de un dormitar largamente
extendido; como si la propia tierra llorara y nos regañara por olvidarle. ¿Qué
esperamos? ¿Otro terremoto? No permitamos que avancen sin nosotros; el país en
realidad no puede avanzar sin uno. Hagámonos presentes, gritemos al unísono
¡Este es mi país!
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